Estrés y deseo de comer mucho
Las personas que padecen estrés tienen a menudo
preferencias por alimentos con alto contenido en grasas y azúcares
En un momento de estrés puntual y agudo, es habitual no
tener sensación de apetito. Esto estaría relacionado con la respuesta primitiva
de "luchar o huir". Ante un peligro o una amenaza, el cerebro actúa:
segrega hormonas y envía mensajes a otras glándulas del cuerpo para que liberen
sustancias que ayuden a hacer frente a
esa amenaza. En esta situación, el acto de comer es secundario, por lo se
inhibe la sensación de apetito.
Pero, si el estrés se mantiene en el tiempo, la cosa cambia; se libera
una hormona denominada cortisol, responsable de un mayor apetito con preferencias
por alimentos con alto contenido en grasas
y azúcares.
El cortisol, la insulina y la hormona del apetito, "ghrelina", desempeñan
un papel en esta preferencia.
Es que los alimentos con grasas y azúcares inhiben las partes del cerebro
que producen y procesan el estrés y la “ansiedad”. Por eso se los denomina "alimentos
confort". Esto explica la sobreingesta de alimentos calóricos en
personas sometidas a niveles moderados pero sostenidos de estrés, (el
estilo de vida que propone la sociedad actual). Además los individuos
estresados duermen menos, practican menos ejercicio físico y beben más alcohol,
fomentando todavía más el exceso de peso. El mejor remedio, aprender a manejar el estrés.
Nuestra fisiología nos lleva a manejar el stress de una forma que no resulta saludable porque genera obesidad. Conociendo a “nuestro enemigo interno”, podemos aprender técnicas para contrarrestarlo. Nuestro desafío es aprender a vivir disminuyendo ese estado de ansiedad. Cada uno encontrará su forma:
·
Ejercicio: el ejercicio de
intensidad baja-moderada disminuye la liberación de cortisol, por lo que
contribuye a la regulación del apetito.
·
Apoyo social: los amigos, la
familia y otras fuentes de apoyo socia tienen un efecto amortiguador del estrés.
·
Psicoterapia: elaboración de
situaciones de conflicto o duelo.
·
Meditación: reduce el estrés y
puede ayudar a ser más consciente de las selecciones alimentarias. Con el
tiempo, también puede contribuir a que se afronten mejor los impulsos. El yoga combina
los beneficios de la actividad física y de las prácticas meditativas.
Diana Papa Constantino
Bioquímica – Lic. en Nutrición
dianapapaconstantino@gmail.com