jueves, 28 de noviembre de 2013

Alimentar el cerebro






Alimentar el cerebro
Una dieta sana y equilibrada reduce la probabilidad de desarrollo de demencia senil o Alzheimer y su efecto es mejor que la ingesta de numerosos suplementos para prevenir la pérdida de memoria

Nutrición específica desde el embarazo

Las etapas más críticas en la formación del cerebro humano tienen lugar durante el último trimestre del embarazo y continúan hasta dos años después del nacimiento. El aporte adecuado de ácidos grasos omega 3, es determinante en este periodo para la creación del tejido nervioso y para la generación y transmisión de la información a través de las neuronas. La capacidad de aprendizaje y concentración que del niño dependerá en el futuro de este desarrollo.

Durante el embarazo y la lactancia la mamá  puede incluir dentro de su alimentación alimentos con alto contenido de omega 3: pescados de aguas frías (salmón, atún, caballa), frutos secos, semillas y aceite o semillas  de chía para garantizar el aporte de este nutriente al feto y bebé y  para mejorar el desarrollo cerebral de su hijo.
Más dieta sana y menos complementos
Los hallazgos científicos más recientes vinculan a la dieta mediterránea con mejores funciones cognitivas, un declive neuronal y cognitivo más lento, y un menor riesgo de que personas adultas sufran Alzheimer.

Los cereales y las legumbres aportan glucosa al cerebro humano que, pese a su pequeño volumen (del 2% al 3% del peso corporal), consume el 20%-25% del oxígeno y la glucosa que precisa el organismo para funcionar en condiciones normales. Pero, además de estas sustancias elementales, glucosa y oxígeno,  otros nutrientes son necesarios en el mantenimiento de las funciones cognitivas cotidianas como la memoria, concentración y rapidez de pensamiento.

La ingesta de aceite de oliva (ácidos grasos monoinsaturados), de pescado azul y frutos secos (poliinsaturados, omega 3 y omega 6), y el consumo diario pero moderado de carne (vitamina B12), actúan en conjunto como mecanismos protectores. La costumbre de comer a diario frutas frescas, hortalizas y un puñado de frutos secos al natural provee de las vitaminas B1, B6 y B9, y de antioxidantes (vitaminas E, A y C), cuya deficiencia se asocia a una merma de la capacidad cognitiva.

Una alimentación  adecuada mantiene los niveles de glucemia necesarios para los procesos de aprendizaje y memorización; asegura los niveles de neurotrofinas (un tipo de proteínas que favorecen la supervivencia de las neuronas) y el desarrollo y el mantenimiento del sistema nervioso; reduce la inflamación celular y el daño oxidativo y cuida el estado de los vasos sanguíneos cerebrales que permitirá el suministro de nutrientes esenciales y energía al cerebro.

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